La
campaña propuesta necesariamente aborda todos los campos desde los
que se puede y debe golpear a la empresa. Otro de ellos es trabajar
la conciencia de la población al respecto del consumo responsable.
En lo económico, esto implica no dar nuestro dinero a las empresas
que nos extorsionan. Restarles ventas es a menudo la forma más
eficaz de disminuir su poder y hacer que se sientan presionadas. Por
supuesto, esto debe hacerse de modo coordinado, no simplemente con
una visión individual que tranquilice la conciencia de culpabilidad
de una persona concreta. Sólo como acción colectiva, que además
genere constantemente conciencia política, esta medida tiene
sentido. Y es en dicha generación de conciencia donde trasciende el
efecto económico y se convierte en una herramienta formativa que
trabaja también muchos otros aspectos. En primer lugar sobre la
necesidad de alimentarnos de modo más sano; con unos productos sin
agroquímicos y, por supuesto, libres de transgénicos. Esto implica
también prescindir de productos supérfluos que nos generan daño a
la salud, gasto económico y, por supuesto, más consumo energético
y mayor generación de basura.
Un
boicot puede ser un buen instrumento de presión, por tanto. No sólo
no consumiendo, sino también denunciando sus práctica criminales,
para acabar con las mentiras de su imagen publica/publicitaria. Hay
más formas de boicotear, pero eso queda en función de las
posibilidades de cada organización...
En
definitiva, campañas de este tipo no sólo permiten restar poder a
las corporaciones; también reforzar nuestra conciencia política y,
aún más importante, crear y/o aumentar vínculos entre
organizaciones que permitan articular esfuerzos en la lucha por el
futuro que queremos.
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